viernes, 29 de septiembre de 2017

Reseña, Carrie


La novela narra el escalofriante caso de una joven, de apariencia insignificante, que se transformó en un ser de poderes anormales, sembrando el terror en la ciudad de Chamberlain. Con pulso mágico para mantener la tensión a lo largo de todo el libro, Stephen King narra la atormentada adolescencia de Carrie, y nos envuelve en una atmósfera sobrecogedora cuando la muchacha realiza una serie de descubrimientos hasta llegar al terrible momento de la venganza. Esta novela fue llevada al cine con un inmenso éxito de público y crítica en su primera adaptación.

“Carrie” es una de las novelas estrella de Stephen King y, de seguro, la que mayor número de adaptaciones televisivas, teatrales y cinematográficas ha tenido. La razón es sencilla: habla de una joven que sufre maltrato dentro y fuera de su casa, en el instituto, algo que por desgracia mucha gente conoce de una u otra forma. Su madre, Margaret White, es una fanática religiosa cristiana cuyos desmanes hacen un infierno de la vida de la joven, condenada a rezar de forma casi constante por pecados más o menos imaginarios. Su vida en el instituto no es mucho mejor: obligada por su madre a vestir con ropa antigua fuera de toda moda y sus creencias religiosas imbuidas por madre, es objeto de burlas por parte de todos sus compañeros.

Al comienzo de la novela, en las duchas tras la clase de gimnasia, Carrie tiene su primera menstruación. Dado que la Biblia lo considera como un periodo de “impureza”, su madre ni siquiera le había hablado de ello. El dolor interno y el flujo de sangre al suelo de las duchas hacen que Carrie se desplome aterrada mientras el resto de sus compañeras se burlan de ella aún con más saña de la que ya muestran de forma habitual. La profesora de gimnasia, Rita Desjardin, acude a su ayuda. Tras esto hecho, suceden dos hechos contrapuestos: una de las chicas, Chris Hangerse, es finalmente expulsada sin poder ir al baile de graduación por no cumplir un castigo y otra, Sue Snell, se apiada de Carrie y decide ser su amiga.

Poco más o menos a partir de ese momento, Carrie White descubre que lo que en un principio había tomado como meros accidentes, son en realidad la manifestación de poderes telequinéticos (movimiento de objetos a distancia, con la mente) que, de alguna forma, han surgido en su interior y puede controlar con mucho esfuerzo. Al poco aparece Sue y le propone que vaya al baile con su novio, el guapo Tommy Ross, como una forma de resarcirla por todo el daño que le haya podido hacer. Carrie acepta, pero su madre le conseja al principio y le ordena después que no vaya. Algo inútil frente a los nuevos poderes de Carrie. Ahora es ella la que manda y su madre la que es forzada a escuchar y quedarse en casa.

El argumento es de sobra conocido incluso por gente que no se ha leído el libro. Aparece mencionado en películas a modo de gag (como en el baile de graduación de “Nunca me han besado”, Raja Gosnell, 1999) y ha conocido una segunda parte titulada, incluso más acertadamente que el libro, “La Ira”. Porque de eso es de lo que trata la historia de Carrie White (“White”, “blanco”, el color de la pureza) de una joven que sufre lo que ahora se ha bautizado como “bullying” o acoso escolar. Pese a todo lo que nos puedan decir sobre ello, es difícil identificarlo y mucho más erradicarlo. Ya lo era en el momento de escribirse el libro en 1971. Existen pocos padres como Timothy Robenhorst, padre de Kayden, que sepan el daño que están causando sus hijos y quieran enderezarlos (puede buscarse en la red).

Ese acoso escolar conduce a muchos jóvenes al suicidio o, en el colmo de la marginación y ante la relativa facilidad para obtener armas, a verdaderas masacres estudiantiles (un hecho no justifica el otro, que quede bien claro, solo lo explica). La presión en casa, la presión en los estudios y por parte de los compañeros (todo el universo que rodea a un joven) le puede hacer explotar de la manera más destructiva posible. Y esa es la historia que nos narra Stephen King con cierta profundidad y bastante realismo en su composición: la destrucción de todo un pueblo a manos de una adolescente fuera de control. Una increíble matanza descomunal que hubiera podido ser evitada si, únicamente, se hubieran comportado bien con ella.

Al contrario que otras novelas del mismo autor, no trata de transmitir horror. No hay un terror oculto, ominoso, creciente. Solo una adolescente a la que conducen al límite. La forma de ser narrada, y espero que se me permita la licencia, la encuentro semejante a “Drácula” de Bram Stoker: la historia está construida en base a cartas, fragmentos de libros, noticias en periódicos e incluso pensamientos entre paréntesis cuyo caos le suma credibilidad aunque le reste claridad. El número de muertos causados por Carrie supera los 440 cuando deja de ser ella misma para convertirse, por última vez, en una víctima más: víctima de sus poderes y de su propia venganza, que siempre pone a prueba a su ejecutor.



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