Pese a todas las advertencias fui al cine y la vi. Lo primero que se me pasó por la cabeza tras concluir el film (y lo digo muy en serio) es qué diablos pensaría el guionista/director/productor para cambiar el final de la película, que es, en esencia, el espíritu del libro, la gran paradoja que se esconde en «Soy leyenda». Es decir, el monstruo convertido en hombre y el hombre en monstruo. Me gustaría, en algún momento, tener la capacidad de leer el pensamiento que ronda por la cabeza del artífice de esta cuchillada trapera al libro de Matheson y comprender las causas de este cambio tan elemental y básico. Porque por más que lo pienso, no le encuentro sentido. La película lo tenía TODO para mostrarnos en su esplendor la genial novela del escritor de Allendale. Quitando la pavada que Will Smith siempre tiene que meter en sus películas, en «Soy leyenda» lo borda. Es el Robert Neville que todos teníamos en mente, acomplejado, hundido y psicológicamente perturbado. Nueva York es la ciudad espectral que todos esperábamos ver y los recovecos umbríos en los que se adentra el protagonista son, efectivamente, los emplazamientos donde los «monstruos» pernoctaban durante el día. Entonces… ¿por qué cuando tienes todos los elementos para hacer una de las mejores adaptaciones de una obra maestra del terror, los arrojas por la borda y creas por enésima vez la reinterpretación del mito de zombi, algo que se ha visto montones de veces en pantalla? Es que no lo entiendo. ¿Hasta tal punto ha llegado el «vale todo por la pasta» en la meca del cine que son capaces de arruinar grandes producciones, destinadas a crear culto (pero no sólo entre los amantes de la literatura de terror, sino también entre los fieles a los buenos argumentos cinematográficos) por el óptimo resultado de una taquilla? Estamos sacrificando calidad por dinero y esa es la manera más fácil de convertir una obra magna en un subproducto de tres al cuarto que sí, sacará una buena taquilla, buenas ventas en DVD, pero cuya carrera comercial está destinada al ostracismo tan rápido como el gran público se olvide de ella.
Y no me tomen por friki de tres al cuarto porque, en realidad, no me importa el CGI de los monstruos, que el perro acompañe al prota desde el principio, que Neville sea militar y médico, que hayan excluído a Ben Cortman (ahora comprendo cómo Johnny Depp salió por patas en cuanto le mostraron el guión. Además, ¿se imaginan una adaptación de «El señor de los anillos» sin Gollum y su inolvidable frase: «Mi tesssoro»?), ni tan siquiera que los vampiros sean criaturas zombificadas, aunque teniendo el cuenta el final del libro, comienzas a sospechar que algo huele muy mal cuando ves a las criaturas bien despiertas durante el día. Estos señores HAN DESCUARTIZADO «Soy leyenda». Tras un arranque genial y un Neville, repito, inolvidable, se pasan por el arco del triunfo el sentido del libro, la genialidad de una historia muy muy grande, y montan el rosario de la Aurora. Vuelvo a ejercitar la imaginación de mis lectores poniendo un puñado de ejemplos muy concretos. ¿Se imaginan «La Pasión de Cristo» de Mel Gibson, con un Cristo sin crucificar al final del film? ¿Se imaginan «Dos hombres y un destino» sin Butch Cassidy y Sundance Kid lanzándose contra la fatalidad revolver en mano? ¿Se imaginan la adaptación de «Drácula» de Coppola sin el romance entre Winona Ryder y Gary Oldman? Hubieran sido películas paupérrimas, del montón, destinadas a pasar sin pena ni gloria por la gran pantalla. Pues eso es lo que ha hecho el señor Francis Lawrence con «Soy leyenda»: destrozar una de las mejores tramas escritas durante el siglo pasado. Con carniceros semejantes, así le va al cine palomitero.
Por cierto, de vergüenza ajena que al final de la película, tras el título, pongan en letras bien grandes: BASADO EN EL LIBRO DE RICHARD MATHESON. No pude reprimir una carcajada en medio de la sala. Me horroriza imaginar qué le pudo pasar a Richard Matheson por la cabeza tras ver este «No soy leyenda».
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